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Marta Minujín: ícono de transgresión

Grúas, planos y estructuras metálicas forman parte de la obra. Foto: Infobae Crecí con la idea de que Marta Minujín estaba loca. Ese es el calificativo que se le aplica en nuestra sociedad a las personas que se animan a transgredir, a hacer algo diferente. Peor aún, a quienes rompen los esquemas, muchas veces se los patologiza: “locos” es bastante común escuchar sobre ellos. Cuando uno va creciendo, con un poco de lectura crítica de las cosas, empieza a decodificar los criterios de “lo estándar”. También te das cuenta que cualquier mínimo apartamiento de esas reglas no escritas (en algunos casos), es automáticamente rechazado por la sociedad. Si sos Marta Minujín, los mundos posibles se reducen a sólo dos opciones: te entienden o no te entienden. Hablamos de una mujer que rompió los esquemas desde muchos puntos de vista, pero siempre con una tremenda cohesión en sus ideas. Es la que considera que el arte no puede quedar reducido al pequeñísimo mundillo de las prestigi

Femicidio de Micaela y frustración

Ayer fui a la marcha en Bahía Blanca por el femicidio de Micaela García. Al llegar, automáticamente la situación me trasladó a un año atrás. En ese momento también hubo una marcha y también por la muerte de una mujer: Micaela Ortega, que además era bahiense. Me resultó frustrante ver a los mismos grupos, escuchar las mismas voces diciendo las mismas consignas y cantando las mismas canciones. Lo único que había cambiado era la cara de la víctima. El efecto fue más notorio porque, en una triste casualidad, las dos adolescentes se llamaban igual.  Ese es un punto importante: vamos a lamentar de la misma manera a cada víctima, si quienes tienen el poder de hacer algo no lo hacen. Esas personas que tienen el potencial de cambio en sus manos, y aún así prefieren ver desfilar las víctimas, son quienes están a cargo del Estado. Es un desafío entender que no sólo debemos preocuparnos por los femicidios o los golpes. La muerte de una mujer es el último eslabón de una cadena de violencias cuy

Charla de café

Hace pocos días fui con mi vieja a tomar algo, mientras hacíamos tiempo, a un café. Una mezcla de las diminutas dimensiones del local y el instinto chusma que habita en todo humano (del cual no soy excepción), hizo que escuchara un diálogo entre dos señores. Uno de ellos le explicaba al otro que los salesianos lo que hicieron fue correr a los indios (sic) adultos: a los niños no. Porque a los más chicos "los educaban". Es decir que este buen hombre ve un acto de bondad en el hecho violento de adoctrinar a un niño, quitarle su cultura e imponerle la propia. Peor aún: al señor le parece bien que la violencia física se la lleven los "indios adultos". Sólo había que tener compasión por los niños. Claro: quitarles su origen, su cultura, su identidad no es violencia, según su lógica. Y los indómitos adultos merecían palos y balas. ¿Qué clase de monstruo ve bondad en eso? ¿Qué hicieron la cultura hegemónica  y la religión en ese hombre para que pe

Gabi Michetti quiere eliminar las elecciones de medio término

A Gabriela le parece que votar cada dos años lleva a un estado de competencia que tiñe la campaña. En su lógica, es mejor suprimir una instancia de expresión de voluntad ciudadana, que hacer autocrítica acerca de la forma en que la clase política se comporta. El voto es la única herramienta que el sistema político le da a los ciudadanos de tomar alguna decisión relevante. Y, en un contexto en el que la representación está en crisis, la solución no es eliminar esa instancia participativa, sino incrementar las ocasiones en que los ciudadanos pueden expresarse en forma vinculante. De hecho, que las campañas sean virulentas y destructivas es un problema más relacionado con la coyuntura política y quienes son parte de ese juego, que con los ciudadanos, que cada vez estamos más alienados respecto a las instancias de decisión.  Si la política y los políticos son cada vez menos representativos de la pluralidad de los ciudadanos, es la misma ciudadanía la que tiene que ser empodera

Sábado, té de tilo y abusos sexuales en la Iglesia

Foto: Sebastián Freire. Era una mañana de sábado ya violenta porque no podía tomar café, y me conformé con un triste tecito de tilo. Y para hacerla más violenta, me encontré con una extensa nota del Suplemento Soy de Página 12, hablando de los escándalos alrededor de los abusos sexuales en la Iglesia. Una nota tan excelente como intensa, y tan intensa como dura. Su autora es Paula Jiménez España, y es la primera vez que recuerde que me costó llegar al final de un artículo periodístico.  Relataba con crudeza las violaciones a las que fueron sometidos más de 20 chicos sordos en el Instituto Próvolo de Mendoza y La Plata. La autora acudió para su narración, al testimonio de una chica trans- en la actuaidad- que fue víctima de sacerdotes pederastas. Pero ese punto es sólo el disparador. A partir de ahí el artículo empieza a ponerse cada vez peor. Comienza a incorporar detalles y situaciones que vuelven a los hechos peores: cuando pensabas que ya no cabía más perversión, o

“No sé qué hago en este lugar, pero estoy acá”.

Ese es un pensamiento en el que me encuentro seguido, más de lo que me gustaría. En esos momentos de desencuentro entre lo que me pasa y el contexto en el que estoy, empiezo a teorizar mentalmente acerca de las personas.  Lo primero que observo es que a todos les gusta parecerse bastante. En el mejor de los casos es una elección y en el peor, simplemente les pasa. Irreflexivamente.  Y no sólo es notoria esa estandarización horrorosa, sino que las interacciones empeoran las cosas. Muchas veces, mientras me hablan o participo de alguna charla, no puedo alejarme del pensamiento de que no tengo ganas de estar ahí. Y todo se agrava cuando me afirmo a mí mismo que no tengo por qué prestar atención a una conversación que no me interesa. No me quiero obligar a eso.  Entonces intento buscar un por qué, y no sé si doy con él, pero la explicación que ensayo me conforma un poco. Nadie escucha a nadie. Todos intentan hablar de sí mismos con un egoísmo tan pandémico como normal en nue